Querida Any,
Sigo sin ver claro las ventajas que pueda tener apuntarse a un gimnasio, aunque lo de los chaperos brasileños me haya tentado, no te creas, que yo soy de gustos exóticos. Prefiero matar la ansiedad de otras formas, como pasando la aspiradora o viendo pornografía. Any, esta mañana he visto porno para pensar en algo que no fuera dunkin donuts, y ha funcionado. Después, he pasado la aspiradora escuchando el disco de Labuat (estupendo para hacer las tareas domésticas) y cuando he venido a darme cuenta, ya era la hora de irme a trabajar. En el comedor, tenían de primero espaguetis a la carbonara, crema de calabacín y menestra de verduras. No sé lo que tenían de segundo, porque cuando la cocinera rumana fue a decírmelo, la dejé con la palabra en la boca y le dije que hoy, me comía dos primeros. Creo que sospecha de mí, que piensa que tengo transtornos alimenticios, pero más vale que vigile al selecto club de anoréxicas (que esas sí que se dedican a desperdiciar la comida) y me deje tranquila a mí. Al final, me comí la mitad del plato de crema de calabacín y las zanahorias y las judías verdes de la menestra, dejando aparte el brócoli (en este puto comedor le echan brócoli a todo y me da igual que me digas que previene el cáncer) y los espárragos (los segundos en el ranking de verduras y/o hortalizas que me provocan arcadas) De postre, me comí el yogur de piña "compensa" porque fui quince minutos antes del turno de las dos para pillarlo y cuando llegaron las anoréxicas, yo ya tenía el mío.
Eso sí, Any, creo que esto de comer poco me está generando cierto mal humor. A la hora de la merienda, un compañero ha empezado a gritar que le sobraba un bocata de jamón, que quién lo quería, y al ver que nadie respondía a venido a ofrecérmelo directamente a mí. ¡Que humillación, querida! No se lo ofrece a la recepcionista flaca y tetona, sino a la pobre gorda de 93 kilos, y por un momento me han dado ganas de meterle el bocadillo por el culo. En otra época, hace una semana sin ir más lejos, se lo hubiera agradecido con una tímida sonrisa y lo hubiera devorado allí mismo frente a la pantalla de mi ordenador. Pero las cosas han cambiado, ya no soy la misma, ya no aceptaré más bocatas de desconocidos ni comeré lasaña fría para desayunar. Mi destino es conocer a Paz Vega y decirle que yo, como ella, también fui gorda y que ella, no me crea.
¡¡Qué fuerte, tía!! ¿Tú eras la de Gorda de Mierda??
